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Mostrando entradas de junio, 2017
Me encuentro sentada enfrente de la computadora. Mis dedos se mueven a la velocidad de la luz sobre cada letra del teclado que, como un acto reflejo humano, aparecen de inmediato en la pantalla y van dando forma al tornado de ideas que gira y gira dentro de mi cabeza. Sin embargo, casi con la misma velocidad, mi dedo se dirige hacia la tecla de borrado y vuelve a dejar en blanco la hoja. Y pienso en nuestras acciones. Pienso en las veces que tenemos tantas cosas por decir, que terminamos diciendo nada. Las veces en que abrimos la boca pero lo único que sale de ella es un suspiro, un suspiro que da paso a sellar con nuestros labios la única salida que tiene nuestra voz al exterior. Devolvemos todos esos pensamientos a nuestro interior y ellos revolotean, golpeando cada espacio del cuerpo. Nos demuestran que siguen ahí, inquietos, queriendo salir. Pero nosotros les negamos su libertad, porque realmente ¿queremos liberar nuestros pensamientos o tenemos miedo?
Después de estar escuchando cada palabra que salía de tu boca mentirosa, reino el silencio. Ni un ruido, ni un sonido. Lo único presente en esa habitación era mi bronca desprolija provocada por querer irme pero, a al vez, querer quedarme ahí donde tus ojos miraban el piso y los míos, los míos eran ojitos marchitos.